martes, 25 de octubre de 2011

CRÓNICA DE UN DÍA GRANDE. POR PEDRI.

El día 22 algún compañero me conminó a que, ya que yo había escrito un par de cosillas en el blog, si tendría la osadía de plasmar por escrito una pequeña parte de lo que sentimos y percibimos ese día; entonces  yo, que cuando no tengo nadie alrededor soy algo atrevido, a ello me comprometí. Es así que, un día después, rebusco en mi cerebro y, como éste aún se encuentra aturdido, me adentro en mis entrañas a ver qué encuentro.
 Cuando en el verano de 1.983 recibí una  carta en la que se me comunicaba, a mí y a todos mis compañeros de Herrera del Duque, que éramos trasladados de la universidad laboral de Sevilla a la de Córdoba no fui consciente de la enorme brecha que con el tiempo se abriría en mi espíritu. Los años fueron pasando y nos sumieron en una vorágine de estudios, juergas, amores, trabajo, mujer e hij@s (lo mejor que logré en mi vida)…. Pero el paso del tiempo nos va haciendo cada vez más conscientes de nuestra futilidad, de la relatividad de todo; es entonces cuando la reflexión, e incluso la conciencia, la buena y la mala, nos llevan a hablar menos de fútbol con los amigos y más del pasado, de cómo nos formamos, de quiénes somos y de quiénes fuimos…,  entonces muchas veces en las conversaciones surgían los años que pasamos en la Laboral de Sevilla y, a pesar de los buenos recuerdos, sentía que había algo que me punzaba en lo más profundo de mi ser.
     Desde que llegamos en aquel autobús desvencijado desde mi pueblo a Sevilla, solos ante el peligro, nos hicimos con una coraza para no demostrar nuestra debilidad, ignorancia, miedos… hubo de pasar bastante tiempo hasta que un partido de fútbol, una sala de estudio, un paseo o una juerga nos  fueron permitiendo poco a poco a conocer a otra gente y a mostrar algún retazo de nuestras debilidades, a hacer nuevos amigos, a  conocer  otros chicos con tanto o más miedo que nosotros.
    Ese periodo de aprendizaje vital se truncó inesperadamente cuando recibí aquella carta, yo no lo supe  percibir hasta que muchos años después me llegó un mensaje en el que algunos intentaban reunir a los antiguos compañeros de la Laboral; fue como un puñetazo en la boca del estómago, o no, más bien, por qué no decirlo, como una patada en los huevos. Al principio dolió, joder… ¿Cómo pudimos permitir que hayan pasado 30 años?, después me di cuenta que era la oportunidad para saldar viejas cuentas, de poder despedirme de esos amigos que aquella carta me impidió. Porque seamos realistas, la reunión del 22 de octubre, además de ser uno de los mejores días de nuestra vida, también significó en muchos casos la despedida definitiva de muchos de nosotros.
      El día amaneció radiante, premonitorio, 230 kilómetros por delante y un “qué se yo” o un “no sé qué” en el estómago. Llegué un poco tarde, el navegador no me pillaba los satélites y la Sevilla que yo dejé en poco se parece a la de ahora; tan sólo unos momentos para saludar a quienes aún estaban en la puerta del Aula Magna y tomar asiento, como siempre en la última fila, igual que el primer día que entré en aquella aula del San Fernando. Miradas fugaces, sentimientos, emociones, recuerdos… el Acto comenzó y fue fabuloso, sencillo pero emotivo, muy emotivo, se agradecen los recuerdos a quienes ya nunca podrán estar pues el reencuentro les llegó tarde, y el respeto y el  silencio cómplice para quienes no pudieron o no supieron. En aquel momento aquellos viejos compañeros que nos convocaron y que no había vuelto a ver dejaron de ser los niños que recordaba y se convirtieron  en  héroes, porque heroica es la tarea que han llevado a cabo con su esfuerzo y dedicación. Comenzaron las presentaciones, los discursos simpáticos y llenos de recuerdos, también surgió una heroína cuyo derrumbe emocional no hizo sino acrecentar su valor;  y la enésima lección de nuestros profesores, llena de  sabiduría, sentimiento y humildad. Luego ese video que condensó en unos minutos los tres años (cuatro para otros) más impactantes de nuestra vida, cuando lo baje de Internet lo pondré en el lugar más valioso de mi casa, junto a los CD,s de Dire Straits y Jhettro Tull,  y seguro que me servirá para remontar el vuelo en los momentos duros que aún me deparará la vida. Luego la vuelta por la Uni, las cabinas que ya no están, las habitaciones que tampoco…  pero el conjunto sigue allí, imperturbable, soportando el paso de los años mejor que algunos de nosotros; allí sentimos que nuestro espíritu aún pervive en sus paredes, junto a la monja del botiquín, el camarero vacilón de la cafetería, la morena de la lavandería y las misas de Fleitas.
Para rematar las cañas y la comida, independientemente de que con seguridad algunos de nuestros canapés debieron comérselos los de la boda de al lado, la organización y la concepción del momento por nuestros compañeros de Sevilla fue perfecta, todos de pie, formando grupos sin sillas que nos interrumpieran el tránsito y la comunicación. Al principio todo eran dudas, miradas furtivas a las tarjetas de identificación, luego pequeños gestos, andares, ademanes, algunos rasgos faciales y por último los inconfundibles acentos, nos despertaron el recuerdo. Las anécdotas surgían como de una lámpara maravillosa en la que no nos cansábamos de frotar y frotar. No me retiré muy tarde, como a mis 45 años empiezo a conocerme, no quise probar el vaso largo, decidí estar totalmente sereno para captar con plenitud cada momento, cada conversación, cada detalle y guardarlo dentro de mí, consciente de que cada palabra cruzada con un amigo podría ser la última; me concentré en absorber los momentos en que aún seguíamos siendo niños, en los que la inocencia perduraba, antes de que los efluvios de la barra libre nos empujasen irremediablemente a pugnar por quién la tenía más larga, cosas de la naturaleza humana. Me despedí de quien pude a eso de las ocho, antes, en el largo tránsito desde el coche hasta el hotel me había quitado la identificación del pecho no sea que me confundieran con algún guiri despistado, en el regreso decidí volvérmela a poner, orgulloso de mis compañeros y de mí mismo, de lo que fuimos y de lo que aquellos años nos han llevado a ser. Perdonad que no diga nombres ni exprese agradecimientos o afectos pues muchos se lo merecen pero sería muy injusto si, al mencionar a algunos, olvidase a otros.
Ahora a todos nos queda un duro reto, el de averiguar si el día 22 lo que hicimos fue cerrar puertas definitivamente o si, sin embargo, las abrimos para el futuro. Queda la esperanza de que nuestros héroes no cejen en el empeño, que después de un merecido descanso retomen la causa con nuevos bríos porque, como el héroe del comic decía: “Un gran poder conlleva una gran responsabilidad”. Ellos tuvieron el gran poder de convocarnos 30 años después, ahora, no sé si de forma injusta o no, nosotros les invocamos la responsabilidad de no abandonar la empresa que comenzaron, de demostrar que nuestra reunión no fue el final sino un principio.
Juan Pedro Ramírez Vega

1 comentario:

  1. Hola Pedri,

    Has hecho que me emocione al leer tu maravillosa crónica de lo que fue un día perfecto entre amigos eternos. Eso se llama sensibilidad, buen gusto, estilo y la mejor prosa.

    Un abrazo,

    J. Damián Liroa

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